sábado, 3 de mayo de 2008

DISCREPAR

Cuando uno defiende unas ideas, o conceptos, diferentes de otras, porqué siempre se supone que estas en contra de estas, andaba hablando de algo de política, de primeras soy totalmente apolítico, pero a veces no se puede evitar la conversación, él, socialista convencido, yo, no estoy convencido de nada, porque me oponía a dar por sentado que algo que hacen los socialistas es bueno, por el simple hecho de que ellos son socialistas, ya soy partidario del partido popular, nada más lejos de mis ideas, que a fuerza de ser sincero son, si son algo, anarquistas pero no radicales, pero es el simple hecho de intentar explicar de que no estoy de acuerdo con ciertas cosas, e intento explicarlo, te colocan la etiqueta (eres un facha), la verdad es que me da algo de miedo la obstrucción mental que tiene algunos.

Yo entiendo que si no soy del partido blanco porque con sus ideas o conceptos no estoy de acuerdo y discrepo de ellas, no necesariamente se pertenece al partido contrario por ese simple hecho.

Que si leo determinado periódico de opinión, ya soy partidario de sus ideas y opiniones, no porque simplemente crea que me informa mejor que otros, que “manipula” menos que otro, que es mas veraz, pero eso no me impide discrepar de mucho de lo que informa, sobre todo en sus ideas,

Otro ejemplo, yo mantengo y creo en ello firmemente, que Israel está cometiendo un holocausto con el pueblo palestino, es el primer país en incumplimiento de resoluciones de la ONU, incluso más que china tan de moda ahora (también haciendo un holocausto con los pobres tibetanos), pues por esa idea que mantengo ya soy radical y terrorista, porque estoy defendiendo a los terroristas palestinos, nada mas lejos de eso, pero por el simple hecho de discrepar en ello lo soy, no entiendo como la gente siempre cree estar en la posesión de la verdad mas absoluta y clara, y cuando discrepas de ello, entonces eres un maldito, y la verdad es que yo nunca creo que este en posesión de la verdad absoluta, solo de un pequeño trocito de ella, normalmente no defiendo ningún dogma de nada ni ninguna idea irrenunciable, discrepo de todo, o casi todo, mis convicciones son según vaya la vida, a cuantas he renunciado de las que tenia de joven, pero tengo otras que ahora me colman muchísimo más que aquellas otras, la vida como decía el poeta es solo un rio que va a dar a la mar, y hay que aprovecharla del todo y no encasillarse en nada.

Saludos

domingo, 20 de abril de 2008

HABRÁ ALGO MÁS MARAVILLOSO?

La séptima sinfonía de Beethoven, segundo movimiento, dirigida por el genial Cárlos Kleiber

sábado, 19 de abril de 2008

No puedo estar mas de acuerdo con esta carta

Carta a María, por Arturo Pérez-Reverte.

Tienes catorce años y preguntas cosas para las que no tengo respuesta. Entre otras razones, porque nunca hay respuestas para todo. Y además, he pasado la vida echando la pota mientras oía a demasiados apóstoles de vía estrecha, visionarios y sinvergüenzas que decían tener la verdad sentada en el hombro. Yo sólo puedo escribirte que no hay varitas mágicas, ni ábrete sésamos. Esos son cuentos chinos. De lo que sí estoy seguro es de que no hay mejor vacuna que el conocimiento. Me refiero a la cultura, en el sentido amplio y generoso del término: no soluciona casi nada, pero ayuda a comprender, a asumir, sin caer en el embrutecimiento, o en la resignación. Con ello quiero sugerirte que leas, que viajes, y que mires.

Fíjate bien. Eres el último eslabón de una cadena maravillosa que tiene diez mil años de historia. De una cultura originalmente mediterránea que arranca de la Biblia, Egipto y la Grecia clásica, que luego se hace romana y fertiliza al Occidente que hoy llamamos Europa. Una cultura que se mezcla con otras a medida que se extiende, que se impregna de Islam hasta florecer en la latinidad cristiana medieval y el Renacimiento, y luego viaja a América en naves españolas para retornar enriquecida por ese nuevo y vigoroso mestizaje, antes de volverse Ilustración, o Fiesta de las Ideas, y Ochocentismo de revoluciones y esperanzas. 0 sea, que no naciste ayer.

Para conocerte, para comprender, lee al menos lo básico. Estudia la Mitología, y también a Homero, y a Virgilio, y las historias del mundo antiguo que sentó las bases políticas e intelectuales de éste. Conoce al menos el alfabeto griego y un vocabulario básico. Estudia latín si puedes, aunque sólo sea un año o dos, para tener la base, la madre del universo en que te mueves. Da igual que te gusten las ciencias: ten presente - como siempre recuerda Pepe Perona, mi amigo el maestro de Gramática -, que Newton escribió en latín sus Principia Mathematica, y que hasta Descartes toda la ciencia europea se escribió en esa lengua. Debes hablar inglés y francés por lo menos, chapurrear un poco de italiano, y que el estudio del gallego, del euskera, del catalán, que tal vez sean tus hermosas y necesarias lenguas maternas, no te impida nunca dominar a la perfección ese eficaz y bellísimo instrumento al que aquí llamamos castellano y en todo el mundo, América incluida, conocen como español. Para ello, lee como mínimo a Quevedo y a Cervantes, échale un vistazo al teatro y la poesía del Siglo de Oro, conoce a Moratín, que era madrileño, a Galdós, que era canario, a Valle-Inclán, que era gallego, a Pío Baroja, que era vasco. Rastrea sus textos y encontrarás etimologías, aportaciones de todas las lenguas españolas además de las clásicas y semíticas. Con algunos de ellos también aprenderás fácilmente Historia, y eso te llevará a Polibio, Herodoto, Suetonio, Tácito, Muntaner, Moncada, Bernal Díaz del Castillo, Gibbon, Menéndez Pidal, Elliot, Fernández Álvarez, Kamen y a tantos otros. Ponlos a todos en buena compañía con Dante, Shakespeare, Voltaire, Dickens, Stendhal, Dostoievski, Tolstoi, Melville, Mann. No olvides el Nuevo Testamento, y recuerda que en el principio fue la Biblia, y que toda la Historia de la Filosofía no es, en cierto modo, sino notas a pie de página a las obras de Platón y Aristóteles.

Viaja, y hazlo con esos libros en la intención, en la memoria y en la mochila. Verás qué pocos fanatismos e ignorancias de pueblo y cabra de campanario sobreviven a una visita paciente a El Escorial, a una mañana en el museo del Prado, a un paseo por los barrios viejos de Sevilla, a una cerveza bajo el acueducto de Segovia. Llégate a la Costa de la Muerte y mira morir el sol como lo veían los antiguos celtas del Finis Terrae. Tapea en el casco viejo de San Sebastián mientras consideras la posibilidad de que parte del castellano pudo nacer del intento vasco por hablar latín. Observa desde las ruinas romanas de Tarragona el mar por el que vinieron las legiones y los dioses, intuye en Extremadura por qué sus hombres se fueron a conquistar América, sigue al Cid desde la catedral de Burgos a las murallas de Valencia, a los moriscos y sefardíes en su triste y dilatado exilio. En Granada, Córdoba, Melilla, convéncete de que el moro de la patera nunca será extranjero para ti. Y sitúa todo eso en un marco general, que también es tuyo, visitando el Coliseo de Roma, la catedral de Estrasburgo, Lisboa, el Vaticano, el monte San Michel. Tómate un café en Viena y en París, mira los museos de Londres, descubre una etimología almogávar en el bazar de Estambul o una palabra hispana en un restaurante de Nueva York, lee a Borges en la Recoleta de Buenos Aires, sube a las pirámides de Egipto y a las mejicanas de Teotihuacán. Si haces todo eso o al menos sueñas con hacerlo, conocerás la única patria que de verdad vale la pena.




Que manía tienen algunos por estrechar su vida, su mente, a sólo una pequeñísima parte del universo y con eso obviar el resto. Cuanto se pierden con esa ideología, en fin allá ellos.